EL AUTISMO DE NUESTROS HIJOS NOS DIO PASAPORTE AL CEREBRO

Mientras recibías el diagnóstico de autismo de tu hijo, ya varios científicos en tantos lugares del mundo intentaban decodificar cómo esa condición hacía que ciertas personas pensaran diferente, sintieran diferente y fueran diferentes. Así fue como aprendimos cosas que jamás hubiésemos aprendido sobre el cerebro humano. Mientras otros padres dedicaban sus días a la cotidianidad de un niño de desarrollo regular, nosotros, con un hijo tan singular estábamos profundizando en temas dignos de un estudiante de neurología.

Comenzamos con poda neuronal y plasticidad cerebral. El primero nos daba la razón por la cual aparecía el autismo “de repente”; el segundo, el motivo por el cual no debíamos desistir y seguir creyendo en sus capacidades porque el cerebro aprendía a lo largo de la vida. Esperanza sustentada en la ciencia.

Nos apropiamos luego de términos como sinapsis, patrones cerebrales, neurotransmisores, interacciones subcorticales, migración neuronal, mutaciones neuronales, microglia, resonancias magnéticas, conexión cerebro-autismo, redes neuronales, trastornos, síndromes, masculinización del cerebro autista y todo lo que nos diera luz sobre el funcionamiento de esa mentecita enigmática, un privilegio que todos en algún momento apreciamos conmovidos hasta las lágrimas cuando avanzan más allá de las expectativas decretadas.

Visitar tantos neurólogos nos dio más cancha en el tema. Hemos ido aprendiendo a quién creerle y de quien dudar. Hemos sido valientes para buscar una segunda opinión y al final, a reconocer sin ninguna arrogancia cuánto sabemos de nuestros hijos y su autismo.

Estoy segura que no hay un solo padre o madre de un hijo con autismo que no sepa algo sobre el funcionamiento del cerebro. Así como estoy segura que el TEA nos hizo diluir esas fronteras de territorios exclusivos de los expertos. Porque como decía el genial Oliver Sacks: “Las personas van a construir una vida según sus propios términos, tanto si son sordos o daltónicos o autistas… su mundo será tan rico e interesante como pueda ser nuestro mundo”

Para ver el cerebro en 3Dhttps://www.brainfacts.org/3d-brain#intro=true

AUTISMO, CÓMO ARRUINAR UN INTERÉS RESTRINGIDO

Las personas autistas tienen una particularidad que luego ha sido convertida en “síntoma” del TEA: los intereses restringidos. Así llamaron a la preferencia específica y especializada sobre un tema del que coleccionan, tienen obsesivas conversaciones y se sumergen por horas sin que nada más importe sobre temas como trenes, espacio, automóviles, historia, dinosaurios, etc.,

Los intereses restringidos, como subetiquetaron este rasgo del autismo, no son otra cosa que formas de escape y de protección del mundo impredecible que a diario viven las personas con TEA. Allí hay un lugar seguro, donde pueden descargarse de la ansiedad, liberarse de la presión de las exigencias constantes del entorno y tener control, es un lugar personal, un universo donde pueden respirar. Pero los “expertos” lo echaron a perder, como todo lo que arruinan con sus suposiciones sobre cómo entrar a “su mundo”.

Como vieron que hablarles de sus intereses restringidos captaba la esquiva atención de las personas autistas, usaron ese pequeño mundo para sus procesos de intervención. Las personas dentro del espectro abrieron las puertas y con ingenuidad creyeron que tenían a alguien con quien compartir ese, muchas veces, solitario espacio. La intervención lo convirtió en recurso, herramienta, camino, no para conducir a una interacción, que es la ideal utilización de un interés, sino para convertirlo en el martillo que servía para todo.

Si al chico le interesa el espacio, ese interés lo usan en todas las áreas: lenguaje: planetas; matemáticas: planetas; reconocimiento de emociones: planetas; la agenda de actividades llevaba planetas; terapia sensorial: planetas; socialización: planetas. La máxima del método es “usa los intereses para enseñar”. Y así, saturan tanto al chico o chica, que terminan por desinteresarse de ese interés porque lo que les ayudaba a escapar se convertía en un elemento más de exigencia.

Incluso existe otra variación. La de los intereses restringidos como recompensa. Se le permite sumergirse en su tema de interés, pero con la condición de obedecer o ejecutar una tarea. El chico o chica no sabe desde cuándo lo que le gustaba se volvió propiedad de otras personas y de nuevo pierde el control sobe lo único que controlaba.

Didactizar un interés es una forma de invasión a la ya inexistente privacidad de las personas autistas. Estamos acostumbrados a que todo en sus vidas se nos transforma en recurso. Todo en sus vidas tiene que intervenirse. La libertad de encerrarse a disfrutar de su tema de interés, al que llamamos restringido para patologizarlo, se le limita para que nosotros entremos con toda nuestra normatividad.

Si de hacer “uso” de esos intereses se trata, deberíamos hacerlo con un poco más de respeto y honestidad. Una conversación sobre trenes que le ayude a conectar en un “ejercicio” de comunicación y de apertura para socializar mejor, sería mucho más natural que sacar una resma de tarjetas y mecanizar el proceso.

Y lo más importante, si descubres que le encanta un tema, no le pidas que te hable del mismo si a ti no te interesa, son autistas pero no tontos y se darán cuenta de que los oyes sin … oírlos. Y si de enseñar se trata, indícales cortesmente cuándo detener su monólogo o llévalo a otras actividades sin mostrarle que algo malo le sucede por estar obsesionado. A veces los intereses restringidos son el resultado de limitadas exposiciones a otras experiencias. Pero eso ellos nos lo dirán, a su manera.

AUTISMO Y ACOSO ESCOLAR (I)

(Día mundial mundial contra la violencia y el acoso escolar)

En este momento es seguro que un solitario niño se esconde bajo las escaleras en el patio de una escuela, esperando a que se termine el recreo antes que lo encuentren los «niños malos» que siempre lo fastidian porque habla raro.

Es seguro que, en una universidad, un estudiante que luchó por entrar a la carrera que siempre anheló, esté a punto de desertar porque un docente lo ridiculiza frente a sus compañeros por sus preguntas recurrentes y sus aportes que «nadie le pidió».

Es seguro que una niña, a la que se le ocurrió el invento más extraordinario para la feria de la ciencia, no lo pudo exponer porque la norma del colegio decía que debía presentarlo en grupo y ella prefiere trabajar en solitario, lo prefiere desde que vio lo crueles que pueden ser los otros chicos con mentes entusiastas como la de ella.

Es seguro que un adolescente se encuentra en su casa sintiendo odio por el mundo que no lo acepta y por el mismo y sus rarezas, para él la escuela es un lugar donde se aprende, no un lugar del que se tenga que defender.

Es seguro que una familia lleva meses tramitando una querella legal para lograr justicia por la violencia que sufrió su hijo en su salón de clases, ante la mirada pasiva e indiferente de maestros que creyeron que esas son cosas «normales» en las escuelas. La agresión sigue en sus redes sociales.

En este momento, es seguro que un chico teme entrar a su colegio y se escabulle por las calles para evadir la jornada, no quiere tener que volver a lidiar con la humillación, la soledad y el miedo. Se siente solo frente a idiots a los que no les hizo nada pero que desde el primer día no lo han dejado en paz. Sus padres no saben nada.

En este momento un director de escuela menosprecia las quejas de un alumno, quien harto de sus compañeros y sus bromas crueles, decide denunciarlos.

En este momento es seguro que miles de chicos pierden su año porque no tuvieron garantías para volver a la escuela, miles desertan agobiados por el acoso, miles continúan con una conmovedora valentía aun sabiendo lo que tendrán que soportar cada minuto de su jornada.

Esta narración puede sonar muy dramática, pero es real y cada una de las descripciones le ha sucedido a un niño, niña, joven autista. Al ser una condición invisible se les toma por tontos, raros, torpes y se vuelven vulnerables al instinto destructivo de algunas personas.

Pero no es necesario que las acciones sean tan evidentes. Hay «micromaltratos» imperceptibles que se ignoran, que se naturalizan dentro de la cotidianidad de la «convivencia», dentro de ese «que sepa que el mundo no siempre es amable».

Las escuelas por décadas han justificado el maltrato, las familias de los matratadores no asumen su responsabilidad y la sociedad alega que si no les gusta la rudeza de la escuela, los envíen a «sitios para ellos».

La escuela se conviritió en el lugar más peligroso para una persona autista. Si este no es tu caso, eres ese 0.000001% de afortunados y lamentablemente debes elegir un bando, el correcto, el bando donde están quienes siguen luchando por el derecho a educarse, a convivir, a experimentar una etapa de sus vidas sin la hostilidad que parece norma.

Muchas vidas de personas autistas con mucho potencial se comienzan a opacar desde la escuela. En este momento, justo eso está sucediendo, aunque haya campañas de sensibilización, porque no se trata de inclusión o de estrategias, se trata de respeto y humanidad. Escasos en este tiempo.

En el caso de mi hijo, fueron los y las directoras de escuelas los más crueles obstáculos en su camino. Son tan intocables como insensibles. Haciendo la salvedad, porque seguramente debe haber gente buena, seguramente.

Cuando ya no te importe el autismo

El día que el diagnóstico es oficial, la entrada a la adolescencia y vernos padres de adultos, son los tres escenarios que más marcan nuestras vidas como padres y madres de personas autistas. El primero es un descubrimiento, un hallazgo, el único momento donde derrotamos a la incertidumbre: es autismo. Ya está. El segundo momento es donde la incertidumbre cobra revancha, la adolescencia, el comienzo de la juventud, apenas si logramos comprenderlos en su infancia y ya nos vemos enfrentados a unos jóvenes para quienes el mundo resulta amenazante y abrumador. Pero el tercero es un momento que evitamos, postergamos y para el que no nos sentimos preparados jamás, ese “qué será de nuestros hijos cuando nosotros…” ya saben. Prefiero traducirlo en un “¿cómo haremos para que nuestros hijos nos necesiten cada vez menos?»

Los vemos esforzándose como si de cada cosa que tienen que superar dependiera su vida. Sus cabecitas desmenuzan todo lo que sucede a lo largo de cada una de sus jornadas. Un día dicen más palabras, otro día agarran el trapeador y sin que nadie les diga… trapean, otro día levantan la mesa, otro día abrazan y otro más te dicen “soy una persona grande”. Se construyen, o más bien, reconstruyen sus intensas vidas recogiendo los pedacitos dispersos cada vez que el mundo los ha destrozado con su falta de confianza y de fe en sus posibilidades.

Alguien alguna vez me dijo:  llegará el día en que ya no te importará el autismo, te importará tu hijo. Ya qué más da si “tienen autismo” o “son autistas”; ya qué más da si terminan el bachillerato y les dan un diploma; ya qué más da la sufrida inclusión; ya qué más dan las explicaciones, las disculpas, ya qué más da si toca piano porque escuchó Mozart o descifra ecuaciones como un Einstein; qué más da el Omega 3, la estimulación transcraneal, las megavitaminas inyectadas, el gluten, la puta caseína, el gringo timador que cura autistas, el método ABA, el SONRISE, el pleyadiano, las 40 horas semanales de terapias facturadas.

 Importa tu hijo que pasó por todo eso para que hoy te muestre que la felicidad está lejos de los moldes y que solo quiere que le ayudes a sentir que llegará ese momento en que no lo instruyan para que camine paso fino, sino que llegue el día en que lo dejen demostrar que, aunque nació luchando contra una diferencia que lo pone en desventaja, esa misma diferencia lo hace brillar en medio de tantas metas impuestas por una sociedad metida en esa camisa de fuerza llamada normalidad.

En medio de todo ese frenético ritmo con el que arrancamos desde el diagnóstico, la sabia naturaleza nos enseña a detenernos para ver seres humanos, no proyectos antiautismo, nos dejan de importar las miradas, el cálculo del coeficiente, la razón por la que salta o por la que se queda quieto, si a medida que crece será menos autista o le bajará al voltaje. Deja de importar el autismo, como me dijo hace tiempo ese padre envuelto en sabiduría y años y empiezan a importar nuestros hijos, que crecen muy rápido. Disfruta su infancia, aprecia la hermosa adolescencia (de la que nos enseñaron a tener tanto miedo) y si ya tienes un hijo adulto, encontrarás en la complicidad el camino más hermoso que puedas transitar.

CORTISOL Y EL POR QUÉ DEL ESTRÉS EN ADOLESCENTES AUTISTAS

Los niños, adolescentes y adultos autistas ya sabemos que tienen dificultades para adaptarse al cambio, interpretar las emociones, autorregularse y tener ciclos de sueño convencionales. La ciencia ha empezado a investigar en un sector del cerebro llamado el eje HHS (Eje hipotalámico-hipofisario-adrenal), un sistema compuesto por tres estructuras del tamaño de guisantes que controlan, entre otras cosas, al famoso cortisol, la hormona del estrés.

El cortisol en niveles óptimos cumple funciones vitales como regular el metabolismo, la homeostasis (una cosa de lo más maravillosa que conocemos muy poco), también el nivel de glucosa en la sangre y regular el sistema inmunitario. Cuando se altera el efecto más común es un estado de ansiedad prolongado, una pobre respuesta al estrés, dificultad para interpretar emociones, afecta la memoria a largo plazo y las funciones ejecutivas.

Un estudio, que dejaré en los comentarios para que se desaburran, midió el cortisol en niños autistas, mismo número de sujetos, primero en estado de reposo y luego sometidos a situaciones nuevas, los resultados mostraron elevados niveles de cortisol y, lo más preocupante, esos niveles permanecían elevados a lo largo del día, es decir, el estrés no bajaba, sino que se mantenía como si la situación estresora continuara.

El problema con ese cortisol alto a largo plazo, cosa que en los neurotípicos se regula eficientemente, es que afecta las conexiones cerebrales, la respuesta a estímulos emocionales y el aprendizaje. Y para este caso no importa si es autismo funcional o autismo severo, a todos les marca las mismas cifras de la hormona estresora. Quizá la toma de muestras complica el tema, a nadie le gustan las agujas. Pero también se tomaron muestras en saliva y en la orina. Un cortisol alto todo el tiempo cambia la morfología del cerebro.

Otro hallazgo es acerca de algo llamado “respuesta de cortisol al despertar”. Cuando nos levantamos en la mañana, en la primer hora, todos los mamíferos recibimos un “shut” fuerte de cortisol que en el transcurso del día va descendiendo. En las personas autistas ese “shut” se sigue dando a lo largo del día, uno tras otro, eso produce algo así como una anticipación catastrófica tooodo el día. Un estado de alerta constante que dificulta enfrentar la jornada diaria. Ese subidón  de cortisol que a los normales ayuda a organizarse, para las personas autistas significa bloqueo y colapso.

Quizá el asunto del cortisol es la explicación a lo que muchos padres y muchas madres hemos notado: llevamos a nuestros hijos al parque para que “quemen energía” y cuando llegan a casa y es hora de descansar, están más enérgicos que nunca, esto se debe a que el ejercicio intenso es tomado por el HHS, el regulador de cortisol como un estado de amenaza y sube los niveles y si ese regulador está “dañado”, como es en el caso de los autistas, el ejercicio no los agotará, los mantendrá más activos. Como preparados para escapar de una amenaza.

El desbalance suele aparecer intensamente en la adolescencia autista, por eso es que se nos hace una etapa complicada. La demanda social, la interacción con pares y las exigencias cercanas a la vida adulta tienen mucho que ver en el incremento de cortisol, esto complicado por una alteración en el funcionamiento de la estructura de guisantes (HHS). Se estudia la hipótesis del estrés en las madres durante la gestación. Mientras se sabe la causa cierta de la inestabilidad del regulador de cortisol, no queda más que implementar estrategias para enfrentar los subidones de cortisol.

  • Los suplementos de magnesio y acidos grasos Omega 3 y omega 6, se cree que bajan los niveles de cortisol. Esto siempre supervisado por especialistas, no es para que salgamos corriendo a comprarlos a los vende-humo del internet con sus protocolos nutricionales.
  • Terapia musical y masajes terapéuticos.
  • Vitamina C. Durante la pandemia fue algo que funcionó con muchas personas autistas porque bajaba el cortisol y mejoraba la respuesta de sueño.
  • Ejercicio moderado en contacto con la naturaleza.
  • Dormir bien y enseñar técnicas de relajación.

Estudios:

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3245359/#R16

https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnins.2021.756628/full

Darién: no devores mi esperanza (I)

El río Atrato es nuestro guardia pacífico, no es metáfora. Soy maestro de escuela, digo soy como si todavía lo fuera, como si la violencia no acabara con la cátedra y la vocación, en mis clases les enseñé a los pelaos a entender el ánima de los elementos: los grillos que le cantan al río, las garzas y sus discusiones con las cigüeñas, el pescado que tiene el espíritu del agua ,los monos titi que guardan el alma de los niños no nacidos, el destino en que se convierte dejarse raptar por las entrañas del manglar.

Pero ahora los pelaos están impregnados de realidad y les cuesta imaginar o inventarse mundos sin fusiles, tierras que dan chontaduro y no coca, o desfiles de gallinas y no de hombres escondidos tras pañuelos rojos con tres letras nefastas. A veces pienso que estos negritos míos, mis alumnos, nacieron heredando el dolor del mundo o, como decía una comadrona partera, los niños de ahora nacen sin berrear, como sabiendo que es mejor que nadie sepa de su existencia.

La canoa donde vengo está llena de gente buena. Hay dos maestras más, una de ellas preñada y la otra es una cachaca de ciudad que se vino a aventurar y se dejó embrujar por el encanto del Chocó, se casó con un gringo, también aventurero y viene allá en la punta de la canoa tratando de pescar hace como dos horas. Yo soy gente buena. Los cuatro salimos amenazados de Loma Aislada, una vereda próspera, donde todo lo que se siembra da cosecha y donde pareciera que diosito mandara bendición sobre las mujeres porque nacen niños como peces.

A esos niños cuando cumplen diez años los reclama la guerra, llegan ellos, la gente mala, como el río cuando se enfuerece y entra a las casas, inunda todo, arrastra lo que encuentra y deja solo lodo y destrucción. Pero el río respeta a los niños y no se los lleva, ellos sí. Y no se vuelven a ver.

Con Lizeth, la cachaca y Rosa Ortiz, así le dicen, siempre con apellido, hicimos algo así como la liga de la justicia. Sabíamos cuándo estaba cerca el Frente y ya teníamos “marcados” a los pelaos en riesgo. Los escondíamos en nuestras casas toda la semana que duraban los Elenos en la vereda, pero hace tres meses se quedaron más de la semana, se quedaron más del mes, seguro por el cerco del ejército en toda la ribera del río. Entrenaron, parcharon, pero, sobre todo, atormentaron a una población cansada y triste, buscaron a los niños, porque ellos también tenían marcados a los pelaos. Fueron casa por casa y un día llegaron a la mía.

Era la una de la mañana, azotaron la puerta, pero no lograron abrirla, menos mal no estaba dormido, estaba con Rosa Ortiz. Subimos al cobertizo para alertar a Juancho Y a Jackson, Jefferson ya estaba listo con un garrote y sus doce años hechos coraje, le dije que se parara en la subida de la escalera y si asomaba un man de esos le sembrara su garrotazo. Otra cosa que les enseñé fue a actuar cuando no hubiera de otra.

Aquí las casas tienen salidas por tres lados como las vertientes del Atrato. Y esta vez ninguna era salida al final. Escuchamos desde el cobertizo cómo los Elenos revolcaban todo: voltearon la biblioteca, rompieron el acuario, pobres pececitos, sacaron víveres y se fueron. Borrachos son menos peligrosos. Luego, todo era silencio, solo la respiración de Jefferson que nunca bajó el garrote. Creímos que los habíamos salvado, en la mesa un panfleto y un pececito buscando vida. «Mañana a las diez venimos por los tres pelaos. No sabíamos si los dos que escondía Rosa Ortiz  ya estaban en su poder y los de Lizeth y el gringo, cuatro, dos niñas y dos niños, también.

Esa mañana salimos a la hora del primer sol, el que despierta a los gallos y da esperanza, su luz blanquita es el comienzo, la oportunidad nueva. Duerme a los malos y da fuerza a los buenos. Fuimos primero a la casa de Rosa Ortiz, y ella sin decir nada entró a buscar a sus protegidos, les había dicho como esconderse y les instruyó en el arte de aguantar la respiración debajo del agua, atravesó el patio de fango y en el baúl de la cocina, entre la harina de maíz y los frutapanes estaban los dos a salvo.

El carramán  se nos congeló cuando escuchamos que alguien entraba. Pero nos volvió el alma al cuerpo cuando vimos al gringo, luego a Lizeth y detrás denise, briyit, Toñito y Felipe, que nunca se dejó decir «pipe» . Nadie se saludó, nadie intercambió una mínima conversación, era como si supiéramos cuál era el siguiente destino. Con pocas provisiones, algo de dinero y ropitas, salimos para el embarcadero. El movimiento de la gente recogiendo y mandando sus encargos nos camufló hasta llegar a la lancha de don Antonio, abuelo de Toñito. Él ya sabía. Desocupó la lancha de todo lo que traía, incluidos pasajeros y unos periodistas deshidratados, seguro de la capital. Si supieran, si vieran, si hubieran visto a nueve negritos huir de la desgracia de ser reclutados. Esa gente no ve nada.

Y aquí estamos.  Todos a salvo llevados por la voluntad del  río, ese que ha sido testigo de tanta sangre y tanto dolor, que nos va arrancando del alma la tierra para encontrarnos frente a horas de incierto trayecto. Los niños no duermen, se quedan acostados en la lancha jugando a adivinar la forma de las nubes, por lo menos mientras salimos de la zona de influencia. Pasan a cada rato  otras lanchas intimidantes y lo mejor que podría sucedernos es que llegue el tercer sol, el que pone anaranjado el cielo y esconde lo que no se quiere dejar ver.

En cinco horas llegaremos a Necoclí y agarraremos fuerza para seguir por el sendero de aguas mansas hacia Calidonia en Panamá, pero entre esos dos destinos sortearemos el monstruo que come gente: El famoso, no por nada bueno, Tapón del Darién. Mientras, avistamos indígenas semidesnudos que nunca levantan los ojos del suelo, escuchamos cada cierto tiempo tambores y chirimías y otros sonidos del Atrato. Comemos poco, el gringo no ha pescado nada, pero tampoco lo desmoralizamos, otro día le decimos que el motor asusta a los peces. Los grillos truenan sus patas como nunca y arrullan a los niños, mañana celebraremos el cumpleaños de Jefferson, pelao fuerte que duerme con el garrote que desde Loma Aislada no suelta, pa mí que está como bloquiao, eso que llaman, en shock.

Ya seguro echaron a extrañarme las otras maestras de la escuela de la Loma, deben estar preguntándose qué se hizo el profe Ronald. Por lo menos a mi me extrañan, a estos niños nadie los extrañará, huérfanos de la guerra, olvidados del gobierno. No. Si hay quién los extrañe, los del panfleto. Y por eso, antes que dejar a estos niños convertirse en carne de cañón, nos entregamos a la buena de Dios y a la misericordia de la manigua. Los grillos se callan y una tortuga Jicotea nos trae la buena fortuna.

DECODIFICAR EL AUTISMO

Durante tres días mi hijo se sumergió en sucesivos episodios de rabietas intensas, de esas que la sociedad juzga, o a lo mejor desconoce, pero que nosotros como padres enfrentamos con la más irracional de las corduras.

Empiezas esa labor de detective en medio de una escena sin señales, sin testigos y, sobre todo, con nuestra lógica afectada por las emociones que van del desespero, hasta el hartazgo. Y con todo respeto por la comunidad autista, son extraordinarios, pero por lo mismo, complejos.

Pero si algo se nos confiere al ser padres de hijos autistas es una intuición que se perfecciona con el tiempo, faltaba más que no tuviéramos esa mínima herramienta, la más vital de todas.

Había terminado un artículo sobre hackers que encriptaban información para pedir rescate por ella y no pude evitar la analogía. El autismo es un hacker muy bueno, encripta esas mentecitas y nos pone en la difícil tarea de descifrarla con claves poco claras.

La causa de una crisis podría ser cualquier cosa: sobrecarga sensorial, una molestia física, una rutina de esas inflexibles que varió sin previo aviso, un cambio en la alineación planetaria, tantas cosas. Nos toca por descarte. Y en una de esas aparece la intuición como keylocker que descifra el enigmático escenario.

Para lograr desencriptar ese cerebro hemos apelado a la experiencia y yo, convencida de que solo nosotros los desciframos porque los conocemos desde chiquitos, me doy cuenta que a su alrededor personas que lo conocen de hace poco encuentran la clave mucho más rápido debido a que, como un Sherlock Holmes, no estar implicado emocionalmente depura la capacidad deductiva y lógica. Pero sobre todo la objetividad que en nosotros se extravía entre el cansancio y la sobrecarga de llevar el autismo por tantos años.

Justo como los hackers desencriptan: lees la información que ya tienes y comienzas a descartar posibilidades hasta encontrar la clave. Un proceso que sucede, no desde la tranquilidad de un monitor leyendo código, sino en medio de caos, gritos, autolesión. Presión en su máximo nivel. En esas, un destello de luz en medio de la oscuridad.

En el caso de mi hijo se trataba de unas fotografías en parques, cine, centro comercial, que uso para darle contexto y comprensión de su vida. Pues lo alteraban cada vez que miraba el celular. La cosa no se ha descifrado en su totalidad querido Watson, porque aunque encontré la causa, no encontré el motivo. Pero justo en medio de gritos a las tres de la madrugada, comienzo a borrar las imágenes para darle el celular sin aquello que lo alteraba (por pura prueba y error). Crisis declinando.

Situación superada, por ahora. Disfrutamos del alivio que nos da el “¡Era eso!”. Pero el autismo seguirá hackeando incesante para desactivar canales de lenguaje, interfaces de comunicación e interacción social y hará trabajar esa máquina llamada cerebro saturándola de spam y sobrecargándola. Todos los días.

Por eso cuando alguien habla de “zona de comodidad” refiriéndose al autismo, de verdad molesta la ligereza con la que lo dicen.

No nos queda de otra que buscar evidencia, soluciones, reinterpretaciones, adaptar, porque las claves que antes nos ayudaban a descifrar van cambiando.

Por eso cuando empezamos a comprender la infancia se nos viene la adolescencia. Cuando ya tenemos la clave en la adolescencia, la edad adulta encripta todo de nuevo, y ese proceso sucede con una clave aleatoria que todos los días junto a nuestros hijos desciframos.

El cerebro autista es un enigma. Se ha convertido en el reto de estudio de los más grandes científicos del mundo, es material de inspiración para historias, películas y relatos. Y nosotros tenemos en casa uno de esos enigmas. Alguna vez un neurólogo me dijo en consulta «les toco una de las condiciones más difíciles de manejar, va a ser una vida interesante»

Nos queda observar, contener, acompañar, pero sobre todo amar, porque para nadie es fácil. Sobre todo, para nuestros hijos.

AUTISMO EN LA ADOLESCENCIA: EL MUNDO ESTÁ EN DEUDA CONTIGO

Pareciera que al llegar a tu adolescencia y al inicio de tu juventud, tuvieras una deuda con el mundo. Como si esperaran de ti los resultados luego de tanta terapia, intervención, medicación, estructuración de un entorno a tu medida, dinero invertido. A ningún adolescente se le exige tanto como a ti estando dentro del espectro autista. Y para completar, la intervención disminuye en horas y calidad. Ya no eres un niño, pero igual necesitas más ayuda que nunca.

Es en la adolescencia cuando te comparas con otros chicos. Las herramientas de la infancia ya no sirven, este es el mundo real. Ya emparejaste, aprendiste los colores, reconoces las emociones en las fichas y recuerdas todos los pictogramas. Pero todo eso se derrumba cuando la realidad es un brutal escenario sin mapa, sin guía.

Te sientes desanimado, apático, enojado, no puedes levantarte en las mañanas porque no puedes tampoco dormir en las noches, comes muy poco, comes demasiado, pasas horas frente a una pantalla, el único lugar donde puedes encajar. Pero, ¿quién ve eso? Sientes la desesperante presión social. Es que hablas, es que saliste de la escuela, ya deberías saber ser ordenado, ya deberías haber conseguido un trabajo. ¿Por qué no duras? ¿Por qué sigues comportándote como un niño? ¡Crece! ¡Sé como los demás!

El entorno es un detonante. No sabes dónde empezar a buscar empleo, no sabes del todo para qué eres bueno, difícil tener un grupo de amigos, eres raro y sabes que la sociedad es implacable con los raritos. Es como si al terminar la escuela tu camino de vida se hubiese detenido a la espera de no sabes qué rayos. Te siguen diciendo que no te esfuerzas, que salgas de tu zona de comodidad. Lloras, rompes cosas, odias todo, pero, sobre todo, te odias a ti mismo. Qué pasó con “te acepto tal cuál eres”, “siéntete orgulloso de ser diferente” ¿Era falso entusiasmo? ¿ya no merezco ser aceptado? Piensas.

Ahora, imaginemos lo que es para un adolescente autista como tú encontrar terapia, y terapia que respete tu condición. Es como dicen por ahí “pa ricos”. Pero está la psiquiatría, que es a donde el sistema te enviará para ser medicado, porque el problema eres tú que naciste autista. Quizá creen que medicándote te “enfoques” y encuentres trabajo, dures en él, tengas amigos y seas un problema menos para la familia. ¿Qué medican? tus síntomas ¿Qué se ignora? Las causas.

Los estudios indican que entre el 10 y el 72 por ciento de la población autista padece depresión, paralelo al autismo. Chicos entre los 8 y 18 años con características depresivas, muchas veces no son diagnosticados por falta de instrumentos de evaluación, en principio, y por categorizar todo como autismo. O sea, puede que nunca sepas si atraviesas por un estado depresivo.

Mientras, el sistema, la ciencia, no cree instrumentos para valorarte y así determinar si hay depresión disfrazada de autismo, mientras la sociedad se libere de responsabilidad y no te den oportunidades reales, mientras sigan vendiendo la escuela como el único espacio donde se aplica la inclusión, seguiremos teniendo a jóvenes y a adultos como tú, dependientes, encerrados en sus casas, viendo pasar la vida que otros sí viven, repitiéndose a cada instante “soy un inútil”.

INTEROCEPCIÓN: EL SENTIDO QUE REGULA EL BIENESTAR EN EL AUTISMO

La mayoría de padres y madres han vivido situaciones con sus hijos autistas muy particulares que a veces se pasan por alto porque creemos que es algo que viene con el autismo. Situaciones como que no tengan límite a la hora de comer, o que tomen litros de líquidos sin control o, por el contrario, que tengan hambre o sed y no pidan alimento o agua o que en un calor de mediodía estén cubiertos hasta el cuello sudando, acalorados  o por el contrario estar congelados del frío y evitar cubrirse.

Pero también puede suceder que emocionalmente no puedan entender las manifestaciones sensoriales de las emociones, como relacionar los latidos acelerados de su corazón con ansiedad, el temblor con miedo, la tensión del cuello con enojo, etc.

Cuando estas situaciones suceden hay un elemento involucrado en estas dificultades: la interocepción. El octavo sentido. El más complejo de todos para una persona dentro del espectro.

La interocepción es ese sentido interno que nos ayuda a entender y sentir lo que ocurre dentro de nuestros cuerpos. Así como tenemos la propiocepción para ubicarnos y sentir nuestro cuerpo con relación al entorno, la interocepción nos ayuda a reconocer cuando tenemos hambre, sed, calor, frío, cansancio o ganas de ir al baño. Pero también nos ayuda a reconocer los estados emocionales.

En pocas palabras la interocepción es nuestro sentido corporal interno, que se manifiesta a través de sensaciones que consciente o inconscientemente satisfacemos o regulamos.

Cuando ese sentido envía las señales correctas al cerebro y podemos ser conscientes de las sensaciones físicas, emocionales y sensoriales, obtenemos una comprensión de nuestro cuerpo y actuamos en consecuencia: tomamos líquido si tenemos sed, dejamos de comer cuando ya estamos saciados o regulamos nuestras emociones. Pero es justamente ese sentido, el de la interocepción, el que muchas veces falla en las personas autistas.

Es un sentido fluctuante:

Las personas autistas pueden sentir señales muy intensas, abrumadoras y caóticas que pueden desesperarse, descontrolarse y entrar en crisis.

O, caso contrario, pueden ser tan débiles las señales de interocepción que no logran sentir que se exceden o que están arriesgándose, por ejemplo, a una insolación o  acumular un estado de ansiedad que se desborda y luego les es imposible de regular.

¿Por qué las personas dentro del TEA tienen esta dificultad?

Estudios científicos creen que la razón está en la atención sostenida que puede llegar a ser desadaptativa, es decir demasiada atención en las sensaciones o nula atención. La parte del cerebro que regula la interocepción está en el lóbulo de la ínsula y es la que integra toda esta información interna del cuerpo. La autoconciencia. Hasta donde se ha investigado, las neuronas de la intuición se encuentra allí y son las encargadas de transmitir la información sobre estados fisiológicos y emocionales. En el cerebro autista existe  un mayor número de estas neuronas que en cerebros típicos. Esto en principio podría hacer creer que contribuye: más neuronas=mejor funcionamiento. Pero es todo lo contrario, dificulta sinapsis eficientes y genera alteraciones de percepción.

Qué afecta una interocepción alterada:

  1. Afectan el bienestar mental, en cuanto puede llegar a costar controlar sus emociones o interacciones sociales y así no podrían responder adecuadamente a situaciones de ira, tristeza o ansiedad. Incluso, la interocepción puede desaparecer por completo bloqueando su autorregulación, la expresión de sus emociones y sensaciones.
  2. Afectan la empatía y la socialización al no ser conscientes de las sensaciones emocionales que experimentamos en diferentes contextos y situaciones.
  3. Afectan las percepciones fisiológicas que controlan estados vitales como la saciedad, sed, calor, frío, cansancio.
  4. Afecta el control de impulsos, la conciencia de peligro y la búsqueda de bienestar.

¿Cómo se manifiesta?

  • Son chicos que se encierran en sí mismos y no pueden decir que están ansiosos o enojados
  • Les cuesta regular las emociones que les abruman y por lo tanto autorregularse. Una persona con una interocepción funcional anticipa las sensaciones y aplica herramientas para no dejarse desbordar como respirar o relajar sus músculos.
  • Son personas que no sienten señales de saciedad y pueden llegar a comer hasta indigestarse o beber líquido con todas las afectaciones a la salud que conlleva.
  • También pueden pasar hambre o sed y no hacer algo al respecto pudiendo desmayarse por un bajón de azúcar o entrar en desnutrición o deshidratarse peligrosamente.
  • Las señales como ir al baño se vuelven muy débiles y por lo tanto pueden evitar ir al baño cuando lo necesita y desarrollar problemas fisiológicos o enuresis o encompresis (dificultad consciente de controlar vejiga y esfínteres)
  • Otra cosa muy importante es que pueden ponerse en riesgo quedándose mucho tiempo bajo el sol o estar desprotegidos ante el frío.
  • La interocepción es en muchos casos la causante de que escapen y salgan a correr cruzando avenidas o bajando escaleras o se escondan sin que respondan al llamado. Es decir, afecta su instinto de supervivencia.
  • En personas autistas no verbales, lleva a conductas exacerbadas de autolesión o crisis debido a la dificultad de traducir en palabras su confusa percepción interna.

El sentido de interocepción es un sentido adaptativo como lo es también el de propiocepción, por eso es muy importante trabajarla, sobre todo en la infancia.

Aprender a leer en su lenguaje corporal lo que ellos no pueden interpretar: cómo se comportan cuando tienen hambre, o sed, o cansancio. Las señales que manifiesta cuando necesita ir al baño o cuando presenta ansiedad.

Ser absolutamente comprensivos y nos castigarles por situaciones derivadas de sus dificultades interoceptivas como el que no alcancen a llegar al baño o corran desesperados por una crisis de ansiedad o miedo.

Usar señales visuales que les recuerden que una sensación es una señal del cuerpo pidiendo algo: dejar botellas de agua accesibles, enseñarle a reconocer saciedad y a cuantificar lo que va a comer.

Enseñarles que hay manifestaciones físicas que deben ser atendidas: distensión abdominal, incomodidad en el bajo vientre, debilidad, ruidos intestinales, vació en la barriga, etc. Y que cada una tiene una necesidad que cumplir: comer, descansar, ir al baño.

Ser consciente de las sensaciones de su cuerpo que manifiesten estados emocionales: Cuando tiemblas puedes estar asustado, cuando respiras rápido o late fuerte tu corazón  puedes estar ansioso.

Cada aprendizaje es muy individual. No se pueden generalizar estrategias porque todos sentimos diferente el mundo. Por eso es más complejo y requiere de mucha observación y conocimiento de la persona autista. Más si no tienen lenguaje verbal.

Además tenemos la condición base, el autismo: información desconectada del contexto, inflexibilidad, restricción de intereses y literalidad. Lo que agrega más complejidad a la intervención.

ACTIVIDADES DE INTEROCEPCIÓN

  • Actividades de escucha consciente con música, volumen y ritmos diferentes.
  • Cuentos con rimas
  • Grabar diferentes ambientes para que reconozca lugar, sensaciones, acciones.
  • Ayudarles a autorregular el consumo de alimentos: Cantidades, velocidad con la que comen o beben, sentir cuando ya están llenos.
  • Reconocimiento de su cuerpo y las sensaciones internas de sus órganos. El sentido de la propiocepción está estrechamente vinculado con la interocepción, por eso el reconocimiento del esquema corporal es un importante punto de partida.
  • Reconocer el calor, frío, incomodidad, etc.
  • Reconocer experiencias sensoriales con respecto al clima, más vivenciales que gráficos. Una persona autista puede entender una imagen pero solo la experiencia le hará comprensible estas sensaciones. Así que hay que ir más allá de los pictos.
  • Enseñarles a cuantificar su nivel  de energía, para identificar cansancio o vitalidad.
  • Llevar un diario de emociones y sensaciones.
  • Enseñar actividades de relajación física y mental.
  • Y una muy sencilla pero súper útil: enseñar a respirar con los ojos cerrados. Es una forma de conciencia de las sensaciones corporales y ayuda a autorregular emociones.

¿Se puede evaluar el estado del sentido de interocepción?

Sí, hay pruebas llamadas EVALUACIONES DE LA CONCIENCIA INTEROCEPTIVA, están redactadas en inglés y vienen adaptadas para niños de 1 a 7 años y para adolescentes. Estas escalas de valoración deben ser aplicadas e interpretadas por terapistas ocupacionales, por eso es importante que si quieres evaluar cómo está tu hijo en cuanto a interocepción solicites la valoración a un profesional calificado.

El sentido de la interocepción es algo que aún se está estudiando, no está todo escrito sobre el tema y a mi parecer es más que nada autoconocimiento y traducción de sensaciones. Es tan importante como el resto de sentidos y explica mucho del autismo, más allá del autismo.

Los Nibelungos. Epílogo.

Algo mágico me ha sucedido: como un sueño cuando uno se siente temeroso y asustado, y de repente se despierta sabiendo que no existen tales terrores. Me he despertado.

León Toslstói

Vladimir, el vengativo, hace lo que le enseñaron a hacer. Todos en el Wagner sabíamos que así sería,  la tensión era insostenible. El terco Prigozhin solo podía ser derrotado en su ley. Para nosotros en las trincheras hambrientas de munición y víveres, enterarnos de su final de película no fue sorpresivo. Pero jamás imaginamos que el inmortal Dmitry Ultkin, aquel soldado desconfiado, astuto zorro que detectaba el peligro a millas, acompañaría al comandante en su forzoso retiro. Las tropas esperaban un nuevo líder. Las apuestas se volvían a abrir, luego de cerrar la que muchos ganamos para nuestra desgracia.

Estábamos concentrados en Avdiivka, la eterna ciudad en ruinas, un campo usado para medir fuerzas,  tapizado de casquillos, metal retorcido y un gris ceniza. No conocía a nadie allí, quienes me rodeaban eran mercenarios traídos de operaciones en África. Su salvajismo intimida al más entero de los hombres, quizá por eso fueron incorporados a los ya diezmados Nibelungos. Habíamos rodeado hace una semana la zona fortificada del Zenit ucraniano en un ataque, que aún sin recursos, atacó con éxito todas las posiciones ofensivas del enemigo.

Las órdenes del líder sin nombre ni cara fueron expresas: arrasar sin misericordia. Por eso, para todos fue claro que los términos de la ofensiva cambiaron a demenciales resultados en el número de  bajas. Sin sobrevivientes, la fuerza bruta sopesaba los pocos suministros e inyectaba de cierto coraje a los desmoralizados y huérfanos mercenarios.

En las tierras de la antes industrializada y vivaz  Avdiivka, trescientos soldados ucranianos heridos fueron abandonados por sus comandos en medio de una siniestra bruma como su única trinchera. cualquiera que haya estado en el campo de batalla sabe que es el escenario más aterrador para un soldado: el abandono. Se rindieron al avance de la infantería rusa y los salvajes del Redut, antes  Wagner, bajo mis órdenes tras una victoria que se perdió Prigozhin, y que por supuesto, nadie le dedicaría.

Ahora iniciaba la siguiente misión. Entre la mediática cortina de humo de la invasión imparable de territorios y la calculada selección de enemigos a eliminar, Vladimir, el vengativo, descuidó Siberia y la fortificación más tortuosa que nadie puede siquiera imaginar: la colonia penitenciaria del Lobo polar IK3. Tres mercenarios fuimos seleccionados personalmente por Andrei Troshev, el nuevo comandante de los Redut, antes Wagner. ¿Por qué los tres últimos Nibelungos estábamos en Siberia y no en Ucrania? Simple. Somos fichas que pueden mover a su antojo, además lidiábamos con la maldición de haber sido los hombres de confianza de Prigotzhin. Estoy cansado, Siberia serían vacaciones.

Los 50 grados bajo cero nos calaban a guardias y confinados, junto al aislamiento y el coro apocalíptico de los vientos glaciares. El único paisaje vivo irrumpía en forma de caballos salvajes o perros sagrados de cuidadoso linaje que atravesaban veloces la tundra que jamás florece. Desde tiempos del Goulag, este pedazo de tierra olvidada se convirtió en el método de quebrantamiento para enemigos del poder que convivían entre asesinos, locos y caníbales. Nuestros dos objetivos estaban recluidos allí y sus horas las medía no un reloj de arena, sino la voracidad de las condiciones y la impulsividad de un poder a 4.000 kilómetros de la mítica prisión de hielo. Qué importa a cuántos años fueron condenados. No he sabido nunca de alguien que haya cumplido la sentencia en la IK3.

El mundo desconoce la cara silenciosa de la guerra,  la que no tiene detonaciones ni espectaculares tomas aéreas de destrucción masiva. El mundo desconoce las Shizo, estrechas celdas de concreto sin un solo rayo de luz solar, sin ningún tipo de comunicación o acceso al exterior,  los guardias son quienes autorizan sentarse, recostarse, dormir, comer o hablar. En esa ala de la colonia penitenciaria existe algo llamado el время зомби o la hora zombie, una hora y treinta minutos para que los presos tomen algo de aire y sol. Para quienes no lo entienden puede ser una locura ver sonreír a alguien a 40 grados bajo cero, mientras se hunden de todas las formas posibles. Allí, en la IK3, podría acabarse el mundo y ellos, los reos, nunca se enterarían. En ese lugar bizarro, en las aterradoras Shizo, dos hombres ignoran su rescate. Alexei Navalny y el recién llegado Roman Ivanov.

De los dos objetivos sabíamos poco y así fue mucho mejor, la última misión de rescate estaba repleta de vínculos, de conexiones emocionales, así es fácil que los hilos del miedo se entrometan haciendo nudos al complejo entramado de la operación. Lo único que sabíamos de estos dos, además de su indudable capacidad para fastidiar al Kremlin, es que nunca fueron conscientes de los riesgos, y si lo sabían, ¡vaya locos! Ya mismo los hubiera reclutado en las filas del Wagner. Para los occidentales son trofeos valiosos sin más función que convertirse en instrumentos de otro sistema igual de perverso.

Aun así, en estos parajes, las prácticas de la guerra fría seguían funcionando y temíamos que se nos adelantara el Novichok en el desayuno, la toxina que envenena sin dejar un rastro detectable, o en el peor de los casos optaran por el lento veneno radioactivo que usaron con Aleksandr Litvinenko, el Polonio-210. En cualquiera de los casos salvarlos de un escenario así, es casi imposible. Casi, porque Navalny, antes de ser cpaturado sobrevivió al Novichok a 12.000 metros de altura. Ese día no lo querían vivo. La impulsividad de los locos suele ser así.

Este no era un usual rescate a sangre y fuego. No había helicópteros, tácticas de confrontación, ni civiles paralizados por el miedo. Este rescate tuvo la sencilla estrategia que media el dinero. El regente de la penitenciaría, coronel Dasvok Litvetsyn, recibió su paga en moneda europea y los tres guardias colaboraron a cambio del traslado a un lugar menos brutal.

Alexei y Roman esperaban en el pabellón que separa los dos infiernos Shizo y La colonia sin saber nada del plan. El primero mostraba la delgadez disfrazada bajo un abrigo que otro reo le regaló como bienvenida a la IK3, Roman apenas con un sueter negro de H&M que no evitaba la hipotermia en progreso, motivó  la donación de un elegante y costoso gabán de cuero propiedad del apodado «Hannibal», el preso político de exóticos gustos gatronómicos al que no le han dejado de satisfacer sus placeres.

El coronel Litvestyn se acercó y me reveló con un escalofriante y cínico susurro lo que sucedería si no salíamos de allí. Aunque febrero no es el más frío de los meses en esa zona, parecía que una suerte de espectro furioso agitaba las ráfagas de viento queriendo congelar nuestra voluntad. Los cinco nos miramos y salimos por la puerta del Lobo polar a las 20 horas, con la única compañía de una aurora boreal espectacular. La caminata sobre hielo no fue problema para ninguno, el espíritu de libertad es una armadura infalible que nos llevó sanos y salvos hasta el Transiberiano hacia Vladivostok en el océano Pacífico.  

En el mítico tren, Alexei me preguntó por el mensaje de Litvestyn que nos hizo salir en la noche en una decisión irracional que a pesar de ello nadie cuestionó, «mañana, usted Alexei y su compañero Roman, serán eliminados». Después de unos minutos de tenso silencio y antes que preguntara el cómo, «Novichok» fue la respuesta a la pregunta que no le permití hacer. Dejó que sus ojos abarcaran el infinito y blanco horizonte de la «tierra dormida». Una melancolía abrumadora se apoderó de esa mirada como si en otra realidad las cosas hubieran tenido un final distinto para él.

La guerra hace de la realidad una eterna duda. Desde aquella noche de julio, cuando nos reclutaron en la celebración de Kupala, comencé a vivir en un juego de universos con finales diferentes. En otro universo, yo,  quizá no sobrevivía a Utkin, a los blackwater, a Bakhmut. En otro universo, yo,  Ivan Kostya no contemplaba un caballo salvaje blanco galopando a la par con el tren y no tenía a mi lado a Alexei Navalny…vivo. En otro universo, no había una guerra a la que tenía que retornar.

Identidad de género y autismo

Alejandro es un niño que a los cinco años prefería escoger su ropa en la sección de niñas de la tienda departamental. Sus padres, criados en hogares donde varón y hembra eran los dos únicos géneros en los cuales se clasificaban las personas, empezaron a preocuparse por tener que enfrentar no solo el autismo, que le había sido diagnosticado a Alejandro a los dos años, sino ahora su preferencia sexual contraria a lo biológicamente establecido.

La vinculación autismo e identidad de género no suele ser bien recibida. Hace un tiempo, en el sitio de A lo Aspergiano se hizo un directo sobre diversidad sexual en el autismo. Al público no le gustó. Pensaban que se profanaba la inocencia de las personas autistas, esos seres asexuados, que no sienten deseo, según los ofendidos comentaristas, mucho menos tendrían esas tendencias homosexuales. Insultos, reportes, huyeron en desbandada.

Pero es una realidad. En un estudio realizado en el 2020 y publicado en PubMed, se encontró que la prevalencia de la diversidad de género entre las personas autistas llegaba al 15%, y que el 22,5 %había sido diagnosticado con autismo, luego de elegir su género. Solo el 30 % de las personas autistas en otro estudio de 2018 se identificaron como heterosexuales.

¿Por qué estas cifras tan reveladoras? Los expertos consideraban que “las personas autistas pueden estar menos influenciadas por las normas sociales y, por lo tanto, pueden presentar su yo interno de manera más auténtica.” Esto para nada es un elemento que ayude. La exclusión, la alienación se hace mucho más evidente e incluso el sistema de salud, que carece de herramientas para ayudar cuando se trata solo de autismo, es absolutamente ignorante en cuanto a disforia de género dentro del espectro autista.

Uno de los investigadores de la universidad de Cambridge encontró que: «A veces es muy angustioso leer, que donde hay personas que tienen una disforia de género profunda y quieren hacer la transición su terapeuta les dice: ‘Bueno, primero tenemos que curar su autismo antes de hacer la transición’, lo cual está mal en todos niveles”.

Entrar a debatir si son autistas con disforia de género o personas de género diverso con rasgos de autismo, es entrar en una discusión que evade el problema real: reconocer que las personas dentro del espectro pueden elegir no ser hombre o mujer y acarrear con las consecuencias de ello: agresividad y exclusión social.

El caso de Alejandro es uno de los tantos en los que la preocupación se centra más en cómo los ve la sociedad que en cómo ellos realmente se sienten. Las familias muchas veces prefieren taparse los ojos frente a estas realidades e incluso son expulsados de las escuelas, universidades o empleos; así mismo, si el deseo sexual en personas autistas en cualquiera de sus niveles es impensable, que elijan otro género diferente al que nacieron es casi que visto como una aberración.

Los estudios:

Tasas elevadas de autismo, otros diagnósticos psiquiátricos y del desarrollo neurológico, y rasgos autistas en personas transgénero y de género diverso https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32770077/

Diferencias de Identidad de Género en Adultos Autistas: Asociaciones con Perfiles Perceptivos y Sociocognitivos https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30062396/

Evidencia de las tasas de autismo en estudios de individuos de género diverso https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30392631/

La imagen es de la serie Love, Victor de Netflix

𝐔𝐧𝐚 𝐥𝐮𝐧𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐮𝐝𝐚𝐝

El efecto lunar se esparce por las calles. Desde los tiempos sin fecha, pacífica se dedica a contemplar. Una andante entaconada silba a la diosa de roca magmática. Cuatro perros callejeros instintivos la veneran, la miran, y en sus ojos de jauría ancestral reclama su aullido. Contempla el vigoroso cuerpo de una adolescente vieja huyendo por las calles, dos hombres la siguen ya desalentados del cruel propósito. El cansancio negocia su libertad. En la ventana de la torre alta, una ninfa blanquísima baña su rostro, sus pechos, su sexo, un amante la espera y Luna envidia al búfalo y al cisne, siempre amándose. Dos niños en una acera esperan a su madre, calculan la distancia que tomaría llegar a la esfera de luz y hablan de astronautas y juegan con una nave imaginaria, su juguete anhelado, una mujer se les acerca, ha huido demasiado, sus pies le avisan detenerse, ha llegado a casa, abraza la calidez de los niños, comen de sus senos. El búfalo saciado retoza mientras acaricia el cuello largo del furioso y complacido cisne. La jauría persigue al par de hombres, aprenden a huir. La mujer entaconada se ajusta su peluca y entra al bar, canta dos canciones y se baja dos aguardientes y dos líneas, sigue, su ahora, distorsionado silbido. La roca fascinada, se disuelve en una alegría difícil . El cisne duerme y se dejará amar hasta la siguiente luna.

LOS CINCO GENES DEL AUTISMO QUE PREDICEN SU APARICIÓN Y EVOLUCIÓN

Determinar la firma genética del autismo es útil en tanto personaliza la condición y especifica la intervención para cada persona dentro del espectro autista. Estos cinco genes han determinado los cinco subtipos de autismo, basados en los hitos de desarrollo como habilidades cognitivas verbales y no verbales, habilidades adaptativas y edad en la que aprendieron a caminar.

Los subtipos genéticos varían dependiendo las mutaciones genéticas, aquellos cambios en la secuencia de ADN por errores de replicación durante la división celular, exposición a mutágenos o enfermedades causadas por virus o microorganismos.

La genética no solo anticipa la aparición del autismo antes de sus manifestaciones más evidentes, sino que permite pronosticar y predecir el desarrollo de la condición a lo largo de la vida, así como las afectaciones secundarias como epilepsia o discapacidad intelectual.

Los genes más reiterativos dentro del TEA son SCN2A y GRIN2B, este último en autistas de alto funcionamiento. El DYRK1A puede ser determinante en la discapacidad intelectual. Los genes en color verde se pueden detectar antes del nacimiento y los demás (blanco) al realizar pruebas genéticas.

El estudio se complica teniendo en cuenta que las personas con autismo de alto funcionamiento no suelen hacerse pruebas genéticas y los sujetos de prueba casi siempre son personas con autismo severo. Por ello se recurrió, y aún se recurre, a una base de datos llamada ABIDE ( Autism Brain Imaging Data Exchange ) que proporciona a los científicos acceso a más de 1,000 escáneres cerebrales de personas con autismo y controles.

Fuentes:

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30059871/

https://www.nature.com/articles/s41593-023-01259-x

http://preprocessed-connectomes-project.org/abide/

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30107084/