
Nos encanta esa analogía: el cerebro autista no es un cerebro dañado, es solo un sistema operativo diferente. Pues si queremos verlo de ese modo, debemos ver las consecuencias de la comparación. Y no es nada amable, ni sencillo.
Empecemos…
Un sistema operativo puede ralentizarse por la cantidad de programas ejecutándose en primer y segundo plano simultáneamente. Tendrás que analizar que está ejecutándose de fondo y cuáles ventanas cerrar para hacer más eficiente el PC. LO MISMO PASA CON EL CEREBRO AUTISTA. Cuántos pensamientos, tareas ejecutándose, tareas pendientes y solicitudes externas suceden al mismo tiempo y que hacen que las cosas no fluyan y vayan muy muy lento.
Ahora la memoria. El almacenamiento tiene sus límites y esto hará que muchas funciones se bloqueen cuando se llena la memoria RAM de la PC. LO MISMO SUCEDE CON EL CEREBRO AUTISTA. Tener almacenadas demasiadas imágenes, instrucciones, secuencias e incluso cosas que se almacenan sin saber para qué, llenaran la capacidad y no permitirán que se almacene nueva información.
Un sistema operativo debe reiniciarse con cierta frecuencia. Cada programa, archivo o tarea deja residuos basura que copan el desempeño. Sucede cuando dejamos la computadora funcionando todo el día sin un respiro. LO MISMO SUCEDE CON EL CEREBRO AUTISTA. La mente está todo el tiempo recibiendo información, sin parar, sin un momento para desconectar e incluso sin un filtro que ayude a descartar lo irrelevante de lo importante. Se bloqueará, tanto el sistema operativo como el cerebro de un autista.
Ja! ¡Y digan los virus y el software malicioso y las inofensivas cookies! Eso si que puede dejar fuera de servicio un sistema operativo. No se sabe cómo, no se sabe por qué, entran al sistema operativo y cambian todo, desordenan, destruyen archivos y eliminan programas vitales para el funcionamiento de la computadora. El colapso total. LO MISMO SUCEDE CON EL CEREBRO AUTISTA. Pensamientos intrusivos, catastróficos, confusos; temores que otras personas han implantado, traumas, fobias, pensamientos recurrentes (desde una tonta canción, hasta la idea del fin del mundo). Todo eso provoca un mal funcionamiento del que incluso no se es consciente.
Y para no irse más largo, lo más desesperante que puede enfrentar un sistema operativo: las actualizaciones. ¿Las odiamos verdad? Estamos hablando del sistema operativo más usado en el planeta: Windows. Si no se tiene configurada la PC, Windows hace actualizaciones diarias, parches de seguridad, actualización de aplicaciones, controladores de hardware, etc. Pero si no se ejecutan periódicamente, eso sí hará que se ponga más lento el dispositivo. El problema es que sucede en el momento menos oportuno y puede tardar lo que se le antoje a Microsoft y si algo falla…La aterradora pantalla azul de la muerte (se jodió todo). PUES ESO MISMO SUCEDE CON EL CEREBRO AUTISTA. Actualizar lo que vive día a día, los cambios, el tener que aprender nuevas cosas, implementar nuevas rutinas, es algo que no le gusta mucho a una persona dentro del espectro, pero deberá hacerlo a riesgo de perderse en la ciudad o no tener claro lo que sucederá en los próximos días. Pero si esa información cambia todos los días, la crisis no se hará esperar, vivirá en constante ansiedad y no sabrá cómo enfrentar tantos cambios al mismo tiempo.
¿Ahora comprenden? Decir que el autismo es un sistema operativo diferente, lejos está de ser un atributo o algo maravilloso. No se trata de un sistema eficiente, autónomo, ni siquiera una máquina poderosa e infalible. Tiene muchos fallos, voluntarios e involuntarios. Si la analogía tuviere alguna utilidad sería la de mostrar lo vulnerable que es el sistema operativo autista. Y lamento decirles que Linux y Mac tienen los mismos o peores problemas. Las máquinas nunca serán un referente que alcance a mostrar la dimensión real de los procesos mentales humanos.