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23

Cuando junto a tu hijo llegas a ese bonito número de años, no ha pasado ese tiempo cronológico. Han transcurrido días, meses o siglos. Depende. Y en medio de esa relatividad de un tiempo que sentimos como ayer o como un presente que no se moviera, para el caso de esta época ya casi usual o como un futuro que lejano se ve, pero veloz amenaza embestirnos con toda la contundencia de la incertidumbre, ya no hablamos de coraje como un atributo, lo tasnsportamos en nuestros pasos, lo respiramos, lo tatuamos en la piel; hablamos de esperanza en un lenguaje que creamos, tan único y particular, tan necesario para decirnos que el siguiente intento es el de la victoria y en muchos casos acertaremos y si no… pues ahí está el coraje, de nuevo, en primera línea de batalla.
¿Qué pensaba hace dos décadas, antes de conocer la razón que hacía diferente a mi hijo? Nada. Estaba agarrada a un presente, viendo cómo crecía no solo con la evidencia de las marcas de estatura que mi hermano cada cierto tiempo hacía en la pared, sino viéndolo intentar ser parte del juego de sus compañeros en el planeta patio de recreo o viajando sin su mamá a una excursión a tres horas de casa. Ese era nuestro presente: explorar, arriesgarnos y cruzar los dedos para que falláramos lo menos posible. Cuando sentimos el futuro respirando muy cerca ya nos estábamos enfrentando al mundo y sus excusas, jusitificaciones y el tiempo acelerándose, cerrando ciclos, abriendo otros más, peleando oportunidades!
Ahora, pienso como siempre pero más que antes, es en este presente acelerado que convierte muy pronto el futuro en pasado, recuerdos e inevitable aprendizaje. Lo hemos hecho bien, no perfecto, por fortuna o tendríamos que inventar historias de valentía, no habría nada para contar entre lágrimas o risas y dejaríamos de lado lo más importante de esta experiencia sin cronología coherente: La honestidad de saber que aunque no sepamos si nos equivocaremos o acertaremos, seguiremos mirando para adelante, a lo vikingo (serie que ahora vemos con Sebas a ratos, a pedazos): “No mires hacia atrás que para allá no es para donde vamos”.
Felices 23, valiente!
CÓMO TE VERÍAS A LOS 21
Mi sobrina Isabel es una pequeña con la intuición y empatía que en muy pocas personas se puede encontrar por estos tiempos. Sus ojazos negros brillando anticipan sus palabras sobre todo cuando toma aliento luego de un silencio para dejar salir su sabiduría inusual a tan corta edad.
Esa noche Sebastián estaba alterado, agitaba sus manos y caminaba por la casa con pasos ansiosos, nadie podía tocarlo y su ansiedad empezó a escalar cada vez con más agitación. Me preocupaba que no dejaría dormir a su prima y con frustración le grité “¡No más!! Suficiente!!
Pero Isabel aparece en escena para decirme con esa vocecita de niña sabia:
– Cálmate. Baja la voz y dile muy bajito y lento… TRANQUILO SEBASTIÁN, TODO VA A ESTAR BIEN.
Y cierra con la frase que me dejó sin aliento… como solo ella sabe hacerlo:
“Debe ser difícil ser así como es él”
Esa noche se quedó esperando a que siguiera su consejo y lo hice. Lo que sucedió después fue magia imposible de describir.
Sebastián acaba de cumplir 21 años y el día de su cumple recordé ese suceso y la frase tan elocuente. Su valentía reta cualquier idea del significado que pueda tener la palabra cuando se trata de ser diferente.
Siempre me pregunté cómo estaría su valentía a los 21 años. Hoy la veo como una armadura sólida y con inevitables señales de batallas enfrentadas. Me pregunté cómo estaría su sonrisa y la duda es despejada cuando se ríe de los despistes de su mamá ya sea en casa cuando pierdo las llaves o en medio de un centro comercial mientras los bomberos nos sacan del área restringida donde nos metimos gracias a mí. Me pregunté cómo estarían sus sueños y sé que siguen intactos cuando observa esa motocicleta que desde los trece años me ha pedido.
¿Cómo te verías a los 21? Como el valiente que siempre has sido. Felicidad y fuerza mi guerrero que las batallas seguirán y la armadura sigue resistiendo, aun sabiendo, como dice la pequeña, que no es fácil ser como eres.
Asombrosos veinte.
Dicen que cuando creces sueles ponerte más serio, juegas menos, ríes menos, cantas menos, te asombras menos, bailas menos. El sol sale sin novedad, la lluvia, La luna, todo es tan normal. Pero cuando no se es normal todo es extraordinario. Haces de lo simple un acontecimiento y nunca se pierde aquello que para otros naturalmente se esfuma con los años: La capacidad de asombro.
Hoy cumples veinte años. Y no sé a qué hora, ni en qué momento. Solo puedo tener la certeza del hombre que ya eres, aunque sigas siendo mi bebé.
Tienes esa mirada profunda exploradora de imposibles, esos pasos largos y seguros sin olvidar pausarlos para no perderme de vista. Pero lo mejor de lo mejor, algo destinado a privilegiados y quienes se ganen tu corazón… Si! esa sonrisa que algunos intentaron borrar y donde mami fue al rescate para defenderte como tú lo esperarías, como nunca lo dejaré de hacer.
Y hoy ya grande en todo el sentido enternecedor y colosal de la palabra, He de reconocer que sí alguien logró alimentar mi capacidad de asombro has sido tu hijo.
Y juntos vemos el sol rojo, naranja, amarillo…
La lluvia no se observa desde la ventana porque alguien la inventó para mojarse y brincar en los charcos…
La luna es una nave espacial o un foco que ilumina las estrellas.
Hay que cantar cuando todo está en silencio porque así te escuchan mejor
Hay que saltar de felicidad porque la gente ha dejado de hacerlo y por eso andan mirando pero de puro asombro.
Y se mira a los ojos y se sonríe a alguien solo cuando quieres que ese alguien no te olvide.
Sigamos siendo niños, pues para ponernos serios hace falta muchos años.
Feliz y asombroso cumpleaños.
Felices 19! mi rebelde.
Y aunque ya no tan niño sigue intacta tu esencia, esa que amo aunque no me dejes escribir la entrada el día que era, o sea el 23. Siempre me decían que con el paso de los años las conductas, el comportamiento y todas esas locuras que hacen reír y llorar mermarían, decantarían en un reflexivo y obediente chico. Pues tu demostraste que antes que reflexivo y obediente eres un explorador inquieto, un huracán de energía y un cuestionador de órdenes. Y eso me encanta! (aunque me agote).
Por más que te consideren «grandecito» seguiremos en esa inusual tarea de buscar el búho cada cierto tiempo en el jardín. O Haciendo del chocolate la base de tus suministros, junto a las galletas y la infaltable leche (disidente declarado de la dieta libre de gluten jjjj nos burlamos de ella). O Saltando en medio de la gente fallando en nuestro intento de pasar desapercibidos. O soltando esa frase que antes me hacía sonrojar y ahora intento disimular con un «se piensa, no se dice». Seguiré pidiendo disculpas cuando tus sentidos te lleven a irrumpir en un zapatería o en una tienda de música o… en una tienda de galletas (de ahí difícilmente te sacaré). Seguiré escuchando una y otra vez esa canción que a ti te gusta y a mi me enloquece… seguiré siendo cómplice de lo que los profesionales llaman conductas disrruptivas y yo le llamo simplemente: SER.
Y es por eso que busco fuerza y sabiduría. Fuerza para resistir no al autismo, sino a la rebeldía que ejerces cuando la curiosidad te lleva justo en el sentido contrario donde debemos ir. Sabiduría para hacerte feliz cada día y no permitir que las caducas teorías guíen nuestro destino.
Sigue siendo rebelde, contestatario, inconforme, curioso, inquieto. Sigue siendo tú, la razón por la que luchar se convierte en aventura.
Felices 19!
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