Por esta época se inicia una discreta campaña para no usar pirotecnia por el efecto que tiene en personas con autismo. Digo discreta porque la gente no cree posible que a alguien no le parezca tan divertido como al resto del mundo escuchar estruendos, explosiones,etc.
Y las razones son tan simples como complejas:
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Las personas con autismo son altamente sensoriales así que un impacto, un sonido fuerte y repentino entra a sus oídos como un ataque a todos sus sentidos generando pánico y un estado de ansiedad difícil de superar. Sienten casi que morir; se siente en la piel, en los ojos tras ese destello repentino, retumbando en la cabeza y el olor a pólvora les queda marcado para toda la vida.
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Es un suceso impredecible. Una vez las detonaciones de pólvora son escuchadas, sentidas, queda el suspenso de cuándo vendrá la próxima explosión. Así que estarán en estado de alerta todo el tiempo y es una sensación terrible tanto fisiológica como psicológicamente inmanejable. ¿Has tomado la mano de tu hijo cruzando una calle donde estallan cohetes? Es una mano temblorosa y húmeda. Qué cruel tener que vivir esa sensación en la época más feliz del año.
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El evento se repite una y otra vez en sus mentes. A veces queda el eco de la explosión y andan paranoicos con total razón.
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Súmale la falta de consideración y de respeto de algunas personas quienes tienen como objetivo asustar a desprevenidos caminantes y sí esos desprevenidos somos nosotros junto a nuestros hijos seremos blanco fácil de burlas y de bromas incomprensibles.
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¿Y a qué lleva finalmente esto? A más aislamiento social. No queremos estar en un parque, en una calle con mucho ruido o en eventos masivos. Nos echan a perder una época que bien disfrutaríamos sin tanto estruendo y explosión. Para no exponerlos a esa tortura no nos queda otra que quedarnos en casa.